En el año 1518 Luis Vives humanista y teólogo español se dirigía a un reunión secreta en una casa situada cerca de la Grand place de Brugges.
Había recibido una carta sellada con el Hombre de Vitrubio, esfinge del humanismo y tributo de confianza. Donde se le invitaba a asistir a una reunión clandestina presidida por Erasmus.
Aquella noche la niebla se esfumaba de los canales como brazos de fantasmas. El ruido estridente de las ratas hambrientas al chapotear en el agua turbia se transformaba en lamentos. El frío calaba y en los omoplatos se sentían filamentos estridentes que procedían de la más fina capa superficial de los poros... evitar sentir el picotazo pasar por cada milímetro de piel era una tarea imposible. La bruma se filtraba conquistando los pulmones a cada respiro. La capacidad de humedad del hombre desbordada. Se detuvo un momento, y tomó un trago de enciente. El único remedio natural que le ayudaba a realizar un suspiro.
-Me volví a perder...nunca aprenderé a orientarme por este laberinto de canales.
Al pasar debajo del puente de Saint- Gudule sintió una fuerza subterránea sujetarlo por capa.
-Monsieur Vives. Venga por aquí. La reunión acaba de empezar.
Se sobresaltó, al mismo tiempo una extraña intuición le invitó a la prudencia. Sabía que la inquisición española lo perseguía. Con cautela Preguntó.
-¿A qué reunión se refiere?
- Monsieur Vives usted sabe sobradamente a que reunión me refiero- Y le mostró insinuante su anular donde sobresaltaba un sello en Oro con la imagen del El Hombre de Vitrubio
El joven se dejo deslizar por la trampilla del puente y cayó a una barca que inmediatamente partió del lugar. Avanzaba cada vez más veloz. El agua salpicaba y el joven sentía el hedor putrefacto del agua calarse en los pelos de su barba. . El canal se estrechaba cada vez más. La niebla había cubierto todo, su acompañante había desaparecido a escasos milímetros en aquella nebulosa. Un temblor recorrió su cuerpo al mismo tiempo que una puerta angosta se abría de un muro. La barca se detuvo a su altura. Siguió una sombra envuelta en más negro todavía que lo invitó a seguirla. De pronto su corazón dio un vuelco que le obligo a detenerse en la entrada de la sala.
El aquelarre anual de Flandes lo había elegido como iniciador sexual de la joven aprendiza Celeste.
La racionalidad característica del humanismo se vio destronada aquella noche por el cuerpo blanco, virgen, caliente y embrujado del ocultismo medieval.
Las vidas secretas... siempre esconden principios que escapan a toda conducta coherente y las pendientes filosóficas de la historia se desvanecen enfrente de una evidencia “palpable”.
(Inspirado en el libro “ El sueño de la Razon” de J. M. Aguilera.)