domingo, 6 de marzo de 2016

El hombre de Vitrubio

En el año 1518  Luis Vives humanista y teólogo español  se dirigía a un reunión secreta en una casa situada cerca de la Grand place de Brugges. 
Había recibido una carta   sellada con el Hombre de Vitrubio, esfinge del humanismo y tributo de confianza. Donde se le invitaba a asistir a una reunión clandestina presidida por Erasmus.   
Aquella noche la niebla se esfumaba de los canales como brazos de fantasmas. El ruido estridente de las ratas hambrientas al chapotear en el agua turbia  se transformaba en lamentos.  El frío calaba y en los omoplatos se sentían filamentos estridentes  que procedían de la más fina capa superficial de los  poros... evitar sentir el picotazo pasar por  cada milímetro de piel era una tarea imposible.  La bruma se filtraba  conquistando los pulmones a cada respiro. La capacidad de humedad del hombre desbordada.    Se detuvo un momento, y tomó un trago de enciente. El único remedio natural  que le ayudaba a realizar un suspiro.   
                   -Me volví a perder...nunca aprenderé a orientarme por este laberinto de canales.
Al pasar debajo del puente de Saint- Gudule sintió una fuerza subterránea sujetarlo por  capa. 
                -Monsieur Vives.   Venga por aquí. La reunión acaba de empezar. 
 Se sobresaltó, al mismo tiempo una extraña intuición le invitó a la prudencia. Sabía que la inquisición española  lo perseguía.  Con cautela Preguntó. 
           -¿A qué reunión se refiere? 
          -  Monsieur Vives  usted sabe sobradamente a que reunión me refiero-  Y le mostró  insinuante su  anular donde sobresaltaba un sello en Oro  con la imagen del  El Hombre de Vitrubio  

El joven se dejo deslizar por la trampilla del puente y cayó a una barca que inmediatamente partió del lugar.  Avanzaba  cada vez más veloz. El agua salpicaba y el joven sentía el hedor putrefacto del agua  calarse  en los pelos de  su barba. . El canal se estrechaba cada vez más. La niebla había cubierto todo, su acompañante había desaparecido a escasos milímetros en aquella nebulosa. Un temblor recorrió su cuerpo al  mismo tiempo que una puerta  angosta se abría de  un muro.  La barca se detuvo a su altura. Siguió una sombra envuelta en más negro todavía  que lo invitó a seguirla. De  pronto su  corazón dio un vuelco que le obligo a detenerse  en la entrada de la sala.
 El aquelarre anual de Flandes lo había elegido como iniciador sexual   de  la joven  aprendiza Celeste. 
La racionalidad característica del humanismo se vio destronada aquella noche por el cuerpo blanco, virgen, caliente y embrujado del ocultismo medieval. 

Las vidas secretas... siempre esconden principios que escapan a toda conducta coherente  y las pendientes filosóficas de la historia se desvanecen enfrente de una  evidencia “palpable”. 




(Inspirado en el libro “ El sueño de la Razon” de J. M. Aguilera.)

Fatalista