El camino era arduo,
incluso los arboles que ofrecían hojas
se volvían tacaños a su paso
no caían hojas para acariciar su cara
Después el sol calentaba otras sonrisas
en el recorrido amargo de aquella
tarde con olor a florecitas escondidas
-algunos las pisaban, sin percatar su belleza-
las sonrisas caminaban paseando
en una tarde de otoño de un año
de la vida de todos.
Aquel muchacho era especial o raro
o simplemente único
con la consecuencia nefasta que provoca en todos
la ignorancia de lo que no refleja nuestro Yo
Pero las causas cambian
y nacieron pájaros rojizos que acechaban su aura
que llegaba brillando hasta el cielo azul
Tendieron sus alas al muchacho
para que impetuoso volase por encima
de aquellos árboles avaros y pudo espolvorearlos
del oro, recogido al rozar rayos quebradizos de sol
De repente todo se volvió único! maravilloso
y él tuvo lugar -por fin-en aquel espacio.