Tenía un vestido de princesa
precioso, os lo juro.
yo reía cada vez que la puntilla
se rompía con la zarza que envolvía
los muros de corazones siempre demasiado
cobardes.
Príncipes bailaban, o quizás bufones
(da igual finalmente)
bailaban de manera desproporcionada y hacían reverencia
a las damas que esperaban el amor, o no sé qué!
en todo caso tenían un aire ridículo.
Ella, servía sapos...
Estaba preciosa adornada por esos seres:
rugosos,
grises
afligidos
feos
¡Postulantes!
Sí , ella servía sapos! extraño trabajo...
Yo estaba sentada aquella noche
al lado de un pirata
que cantaba una canción nostálgica
con su voz ronca de haber tragado
tantos rocíos matinales,
pero no escuchaba sus palabras,
mis ojos y mis sentidos
iban obnubilados hacia Ella,
aquella princesa que corría
(ya con tantas ojeras)
que corría con su bandeja llena de sapos.